Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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viernes, 30 de diciembre de 2016

La barra del bar






El día que perdió su trabajo tomó la determinación de invertir todos sus ahorros en remozar un local para ponerse un bar. Era una vieja ilusión que hasta entonces no se había atrevido a llevar a cabo, por el miedo que le daba asumir el riesgo de cambiar un sueldo fijo por hacerse autónomo. No tardó en darse cuenta de que se había equivocado, entre otras razones porque no estaba dotado para el negocio. Cuando cerró el establecimiento, lo único que pudo aprovechar de él fue la barra. Una tarde la abrió con un cuchillo, la llenó de chorizo y se la comió para merendar.


lunes, 26 de diciembre de 2016

El vuelo del avestruz






De todos es conocida la negativa influencia que ha ejercido el hombre en la perpetuación de las especies animales, llegando incluso a hacer desaparecer muchas de ellas. En otras se ha limitado a truncar alguna de sus facultades, como el vuelo del avestruz. Hubo un tiempo en que dicha ave surcaba los cielos volando majestuosamente, hasta que el hombre se fijó en sus plumas para dedicarlas a la escritura. Tratando de mejorar la calidad de las mismas en su propio beneficio, sometió al animal a cruces que en nada beneficiaron a la liviandad de su cuerpo, al desarrollo de sus alas y sobre todo a la ligereza de su plumaje. Cuando llegó un momento en que este fue totalmente estilográfico, el avestruz ya no pudo despegar del suelo.


martes, 20 de diciembre de 2016

Felices Fiestas y 2017






Querido lector:

El 29 de enero del año 2012 salía a la luz, a modo de presentación, la primera entrada (Presentación en sociedad) de este blog. Parece que fue ayer y he sacado 425 más, han pasado 1787 días, hemos intercambiado 17.000 mensajes y me has visitado 239.000 veces. No son unos números espectaculares, pero me siento muy orgulloso de ellos porque son los tuyos y los míos. En mi inicial declaración de intenciones decía que mi única aspiración era tener un lector con quien compartir mis escritos y me la has cumplido con creces. Puedo presumir y presumo, no de tener un lector cualquiera, sino de tenerte a ti.

Estas son las quintas navidades que voy a compartir contigo y lo primero que haré es pedirte disculpas. Los tres primeros años me permití el lujo de individualizar la felicitación en unos sencillos versos (Blogueros en mi belén, Deseos navideños para mis queridos blogueros y Abrazos navideños personalizados). Ya en el 2015 tuve que limitarme a poner imágenes y enlaces (Felicitación bloguereña). Pero la familia bloguera ha seguido creciendo y cada vez resulta más complicado no dejarse a casi nadie, por lo que este año voy a hacer una felicitación general. Con el mismo cariño de siempre, pero sin cometer la injusticia de las omisiones.

Solo voy a permitirme una mención que a nadie va a ofender. Por lo entrañables, estas fiestas son muy cabronas para entristecernos con la ausencia de los que nos han dejado. Van a ser las terceras navidades sin Miguel. Esta fue mi despedida y este párrafo es mi recuerdo para él y su familia.

Muchas gracias por seguir estando ahí y mis mejores deseos para estas Fiestas y el Año 2017.

Un fuerte abrazo.


viernes, 16 de diciembre de 2016

El duro de la sota






Pensando en historietas que nos contaba mi padre, recuerdo la de un juego que debía tener éxito en Huesca. Creo que se jugaba en el Casino, aunque de eso no estoy seguro. Al parecer se ponían las cartas de un palo en círculo y los jugadores colocaban encima de ellas sus apuestas. El que hacía de banca, barajaba las sobrantes y sacaba una. Los que habían apostado en la del mismo número o figura, recibían el dinero de los que no habían acertado. Volvía a apostarse, a barajarse, a sacar otra carta y a repartir los beneficios entre los afortunados. Así sucesivamente hasta que se consideraba terminada la partida.

La anécdota con la que se partía de risa mi progenitor era la de aquél señor que, en una de esas partidas, dijo al que tenía a su lado:
—Voy a retirar ese duro de la sota, porque me parece que puede haber lío.
A continuación sacaron carta y resultó ser una sota:
—¡Falta un duro en la sota! —protestó enfadado el que lo había puesto.
—Ya te he dicho que podía haber lío —comentó a su compañero el que lo había quitado.


lunes, 12 de diciembre de 2016

Preparativos de viaje




Con frecuencia las personas a las que les gusta llevar en todo la voz cantante tienen la suerte, o la habilidad, de emparejarse con sumisas que les permiten actuar a su antojo. Actualmente las cosas han cambiado un poco, pero en tiempos pretéritos lo habitual era que fuese el hombre el que mangoneara a la mujer. No obstante, incluso entonces, se daba en ocasiones la situación contraria, si bien llamaba mucho más la atención que ahora. Tal debía ser el caso de un acomodado matrimonio oscense, del que mi padre contaba una anécdota que en su época se había hecho famosa en toda la ciudad. Viendo el marido que había ajetreo de maletas en la casa, dedujo intuitivamente que su mujer había programado un viaje. Aprovechando que la criada pasaba con un bulto del equipaje cerca de donde estaba sentado, la llamó para informarse:
—¿A qué hora es el viaje, Emerinda?
—Me ha dicho el chófer que le han citado para las doce, señor.
—¿Sabe usted si voy yo?



jueves, 8 de diciembre de 2016

Oviedo está en Asturias






Mi padre disfrutaba hasta llorar de la risa con los chascarrillos e historietas populares, particularmente si procedían de su entrañable tierra oscense. Uno de los que más gracia le hacía era el del dependiente de un tal Ovidio. El suceso, que como chiste no resultaría de una especial ocurrencia, se me antoja divertido por ser verídico.

Ovidio era un señor de Huesca que tenía una tienda. Compartía la atención al público con un discreto y socarrón dependiente, en el que tenía depositada toda la confianza para dejarlo al frente del negocio cuando tenía que salir a hacer gestiones. Incluso cuando el jefe estaba en el despacho de la trastienda, el fiel trabajador trataba de cubrirle las espaldas liberándole de aquellas visitas que consideraba inoportunas. Una de las más habituales era la de un jubilado, que había tomado la costumbre de entretener su aburrimiento dándose una vuelta por el local. Como el susodicho era de esas personas que confunden con frecuencia el nombre a quienes lo tienen un poco raro, el empleado se aprovechó de ello para conseguir darle puerta por algún tiempo:
—Buenos días. ¿Está Oviedo?
—No señor, que está en Asturias.
—¿Por cuánto tiempo?
—No sabría decirle.

El buen hombre dejó transcurrir una semana antes de volver a intentarlo:
—Buenos días. ¿Está Oviedo?
—No señor, que sigue en Asturias.
—¿Y qué se le ha perdido por allí?
—No sabría decirle.

El asunto duró hasta que un día Ovidio y el jubilado se encontraron por la calle:
—Me alegro de verte, Oviedo. ¿Qué tal por Asturias?
—¿Por Asturias? En mi puñetera vida he estado yo en Asturias.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Siguiendo el rastro del rastro






Cuando llegó la jubilación del comisario Peláez, sus superiores decidieron matar dos pájaros de un tiro al sustituirle. El primer pájaro era dar un golpe de efecto a la modernización del cuerpo de policía, eligiendo a una mujer. El segundo promocionar a una de las tres posibles candidatas, con la confianza de que cualquiera de ellas estaba plenamente capacitada para desempeñar esa tarea. Como los méritos presentados eran parejos, decidieron que fuera el desenvolvimiento en la resolución de un caso el que deshiciera la igualdad. La brillante intervención de la inspectora Martínez en la detención de un atracador de bancos en menos de dos semanas, llevó a pensar en un principio que el puesto iba a ser para ella. Tuvieron que cambiar de opinión cuando la inspectora Gutiérrez, vistiéndose de prostituta, hizo de señuelo y capturó en cuatro días a un violador que desde hacía meses tenía atemorizadas a las mujeres de la ciudad. Cuando se pensaba que su actuación era insuperable, le llegó el turno a la inspectora Rodríguez. En tan solo una mañana, siguiendo el rastro de un clandestino rastro, volvió a la comisaría con doce bragas de marca compradas al precio que en unos grandes almacenes hubiera costado una sola. Los superiores no lo tenían tan claro, pero las otras dos competidoras no pudieron negarse a la evidencia y felicitaron deportivamente a la nueva comisaria.


miércoles, 30 de noviembre de 2016

La puta lluvia






Que sí. Que lo entiendo. Que el agua es necesaria para la vida. Que tiene que llover. Pero si lloviera solo por la noche el efecto sería el mismo. Si el tributo que hay que pagar para tener un paisaje muy verde es estar chipiado todo el día, le perdono la vida al verdor. Como si el paisaje de Los Monegros no tuviera también su encanto. Estoy de acuerdo en que el cierzo de mi tierra es desagradable, pero no moja. A lo mejor es que cada uno se consuela con lo que tiene.

He llegado a la conclusión de que quienes dicen que les gusta la lluvia son malas personas. Lo que realmente les gusta es ver llover a través de los cristales de alegres ventanales. Y si puede ser al calor de una chimenea, mejor. Eso no es que te guste la lluvia, sino que disfrutas viendo al prójimo mojarse en la puta calle mientras tú estás a buen recaudo. Que te guste llover es que disfrutes cuando estás esperando en un cruce y el coche de turno te traslada al traje el charco que acaba de pisar. O que te encante pisar una baldosa suelta y que el agua que hay debajo te moje el calcetín para el resto del día.

Tan impertinente es la lluvia, que pone en evidencia el egoísmo de la gente. ¿No os habéis fijado lo pegadas que van a las fachadas de los edificios las personas con paraguas, para protegerlo de la que está cayendo, mientras las que no llevan se tienen que quedar mojándose por la parte de afuera?

Toda para vosotros. Os la regalo. Ya sé que soy muy bruto.


sábado, 26 de noviembre de 2016

La carrera de relevos






En la convocatoria para la olimpiada de atletismo de la comarca, cada localidad podía inscribirse en aquellas pruebas para las que se considerara con un cierto nivel para competir. Los mozos de mi pueblo —además de brutos— eran muy rápidos corriendo, por lo que se apuntaron a través del ayuntamiento en todas las carreras de velocidad. A nadie sorprendió que, cuando se publicaron en el periódico comarcal los registros que se iban logrando en los entrenamientos previos, en casi todos estuvieran entre los mejores. Solo desmerecían en la carrera de relevos, hasta el punto que faltó muy poco para que les negaran la autorización para participar. Cuando ganaron la medalla de oro en la citada contienda, un periodista de la televisión regional les preguntó cómo habían conseguido mejorar su marca de una forma tan espectacular. Tuvieron que responderle que hasta ese día nadie les había dicho que el testigo era una barra de 30 centímetros y 50 gramos, en vez de un señor del público como habían creído y utilizado ellos en los ensayos.


martes, 22 de noviembre de 2016

El fenómeno del fútbol






Hallábanse unos sesudos sociólogos del siglo XXIII analizando el fenómeno del fútbol en nuestra época. Les llamaba la atención el hecho de que en los minutos inmediatamente posteriores a las ocho y media de la tarde se metieran más goles que en cualquier otro momento. Pasando la abundante información que poseían sobre nosotros por el tamiz de su adelantada tecnología, no les costó demasiado trabajo llegar a una irrebatible conclusión. El motivo no era otro que a esa hora las porterías se quedaban desguarnecidas, porque los porteros tenían que ir a recoger la basura.


viernes, 18 de noviembre de 2016

La raíz del problema






Sin un motivo aparente, en aquella primavera los vegetales se comportaron de una forma totalmente otoñal. Los árboles perdieron sus hojas, las flores se mustiaron y los verdes amarillearon. Los más expertos agricultores y hortelanos no salían de su asombro. Los microscopios de los hombres de ciencia consultados tampoco supieron sacar conclusiones del minucioso análisis de las plantas examinadas. Árboles que siempre habían estado sanos se peleaban con la muerte. Sembrados recientemente espléndidos se encaminaban a malograrse antes de la cosecha. Como último recurso acudieron al que en otro tiempo había sido considerado sabio del lugar, que vivía solo en lo alto de la montaña, un poco más mayor, otro poco más demenciado y bastante más abandonado por todos. Lo primero que les llamó la atención fue que los vegetales del jardín del anciano presentaban un aspecto inmejorable, como si no hubiera llegado la enfermedad hasta allí. Intuyendo lo que estaban pensando les dijo que sus plantas habían pasado por lo mismo que las de ellos, pero la diferencia estaba en que él había atajado el problema de raíz. Tratando de dar sentido a sus palabras, arrancó una brizna de la hierba que estaba a sus pies. A continuación les pidió que le acompañaran a buscar otra de las que se encontraban afectadas. Les enseñó que la raíz de la suya era normal, mientras que la otra tenía la raíz cuadrada. Lo único que debían hacer para que volviera a la normalidad era multiplicarla por sí misma.


NOTA DEL AUTOR:
Para el lector que sea absolutamente de letras le explicaré que la raíz cuadrada de 25 es 5. Para que el 5 vuelva a ser 25 hay que multiplicarlo por sí mismo (5x5=25).


martes, 15 de noviembre de 2016

Sonrisas (16)



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viernes, 11 de noviembre de 2016

Una venta por dos libras






Espero que el amable lector no me tache de machista cuando le diga que el protagonista de este cuentecillo, al cumplir su mujer los cincuenta años, consideró que se le había hecho mayor y la vendió por dos libras. Con toda la idea le he puesto la nacionalidad británica para que usted no se sorprenda, pues de todos es sabido que solo los ingleses son capaces de maniobras tan reprobables. Aún le añadiré una moraleja, para que se dé cuenta de que el escrito no es tan desatinado como habrá podido parecerle en un principio. Le dieron gato por liebre, porque las dos libras en cuestión —además de ser capricornios— eran más viejas y más feas que su parienta.


lunes, 7 de noviembre de 2016

La regla del secreter






Tenía bien provistos los cajones del secreter en que escribía de todos los objetos que pudieran hacerle falta. No le importaba que sus hijos los tomaran prestados cuando los necesitaban para realizar sus tareas escolares, siempre y cuando volvieran a dejarlos en su sitio. La niña era menos ordenada y con frecuencia se los olvidaba en cualquier lugar. Su mujer siempre le decía que la tenía demasiado consentida y que debía recriminárselo de la misma forma que lo hubiera hecho con el chico. Cayó en la cuenta de que efectivamente debería haber sido más intransigente con ella el día que perdió la regla. Al cabo de unos meses le hizo abuelo de un precioso niño de ojos azules.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Sonrisas (15)












Sonrisas (14)                                         Página principal                                          Sonrisas (16)

domingo, 30 de octubre de 2016

La nota más inSOLente







Presumía de ser hija
del SOL y una diosa alada
y que entre las notas era
la única SOLicitada
con tres letras, pues las otras
en sus nombres dos llevaban.
Soñó un día en un concierto
en el que a sus seis hermanas
dejaba con su presencia
mucho más que SOLapadas,
porque la orquesta de turno
SOLo SOL interpretaba.
Lo que empezó siendo un sueño
en pesadilla acababa,
porque tal monotonía
a todos SOLiviantaba
y le echaban gaSOLina
y una lupa concentraba
los rayos del SOL en ella
hasta dejarla quemada.
Se despertó de la siesta
llorando desconSOLada
con la lección aprendida
y la mente renovada,
quedando de su memez
abSOLutamente nada.


 

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martes, 25 de octubre de 2016

En la Fuente de la Hispanidad






Siempre me han parecido un poco lelas las personas a las que les entra la risa porque alguien se caiga, pero reconozco que hay situaciones —sobre todo si la caída no ha sido dolorosa— que pueden llegar a resultar jocosas.

Acababan de realizarse obras (1991) en la Plaza del Pilar de mi ciudad (Zaragoza) y, aprovechando que me había acercado a hacer una visita a Pilarín, me detuve a ver las fuentes que se habían construido. La de la Hispanidad es una de las más pintorescas. Encontrábame observando distraídamente la figura del mapa de Latinoamérica que ella representa, dando pasos hacia delante y hacia atrás para coger la mejor perspectiva. Parece ser que en un momento dado los segundos excedieron a los primeros, con tan mala suerte que la fuente que habían puesto detrás estaba a ras del suelo. Efectivamente, cuando quise darme cuenta me encontraba dentro de ella con el agua a la altura de la rodilla.

Lo primero que se hace en estas situaciones es mirar si alguien se ha dado cuenta y después ver si se ríe para mandarle directamente a la mierda. Tengo que descubrirme ante la educación de los que pasaban por la cara de póker que pusieron, como si no se hubieran dado cuenta de lo ocurrido o fuera de lo más normal que un gilipollas trajeado estuviera bañándose a media mañana en una fuente de la Plaza del Pilar.

viernes, 21 de octubre de 2016

Sonrisas (14)











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lunes, 17 de octubre de 2016

El uso de la raya






Debería presentarme, porque hay muchos que no me conocen. Otros no me utilizan jamás. Bastantes me confunden con el guion (-), pero soy más larga (—) que él. De hecho hay quienes me llaman guion largo, aunque mi nombre sea raya. Soy un signo ortográfico importante, a pesar de que muchos fabricantes de teclados no me tengan en cuenta. Pero puedes escribirme correctamente pulsando ALT+0151 (la tecla ALT y antes de soltarla el número 0151).

Como dice el Diccionario panhispánico de dudas, puedes utilizarme "Para encerrar aclaraciones o incisos: Para él la fidelidad —cualidad que valoraba por encima de cualquier otra— era algo sagrado. Para esto pueden utilizarse también las comas o los paréntesis. Los incisos entre rayas suponen un aislamiento mayor con respecto al texto en el que se insertan que los que se escriben entre comas, pero menor que los que se escriben entre paréntesis".

—En la reproducción escrita de un diálogo, precedo a la intervención de cada uno de los interlocutores.
—¿No es un error que no te separes un espacio del texto? —preguntó el lector.
—Al contrario —respondió la raya—, debe ir pegado a mí. Lo mismo que en los incisos, tanto cuando los abro como cuando los cierro.
—Observo que en mi anterior intervención no has aparecido cerrando —puntualizó el lector—. ¿Por qué no lo has hecho?
—Porque, como no has seguido hablando, no se podía considerar un inciso. Observa cómo en la última sí he cerrado.

jueves, 13 de octubre de 2016

Las máquinas de escribir






La mayoría de los jóvenes de hoy en día no las han utilizado nunca. Algunos de ellos ni siquiera las conocen. Me estoy refiriendo a las máquinas de escribir. Empecé escribiendo con un dedo. Con uno en total —concretamente el índice de la mano derecha—, no con uno de cada mano como hacían otras personas. La izquierda solo la sacaba del bolsillo para pulsar la tecla de mayúsculas. No debía llegar ni a las 100 pulsaciones por minuto. En la academia de mecanografía se comprometieron a que alcanzaría las 300, escribiendo con los diez dedos. La mano izquierda iba a tenerla más fría, pero merecía la pena intentarlo. Todo es muy bonito cuando te lo cuentan, pero luego hay que enfrentarse a la cruda realidad. El problema era que se producían faltas con mucha más frecuencia. Cuando me equivocaba no tenía —como ahora— una tecla SUPR para borrar, sino que debía recurrir a una laminita de papel corrector que ponía encima de la equivocación, pulsaba la tecla de la letra del error y quedaba el trozo del folio de nuevo en blanco para escribir la correcta. Cuarenta segundos. Me quedaban solo veinte —del minuto— para seguir escribiendo. No merecía la pena. Siempre terminaba volviendo a utilizar el índice de la diestra, metiendo la siniestra en el acogedor bolsillo esperando a la siguiente mayúscula. Hasta que empecé a utilizar los teclados de los ordenadores —con SUPR— no llegué a sacarle partido a aquel cursillo de mecanografía.

domingo, 9 de octubre de 2016

Sonrisas (13)











Sonrisas (12)                                           Página principal                                          Sonrisas (14)

miércoles, 5 de octubre de 2016

Radio al fin y al cabo






Mientras hacía sonar música o ponía a la gente al día de los acontecimientos que estaban sucediendo en el mundo, se multiplicaba por 2π para recorrer el perímetro de un paseo circular. Junto con su pareja se encargó de darle solidez al antebrazo de la mujer que lo puso en evidencia, gracias a lo cual fue premiada con el Nobel. De esta forma, sin dejar de ser radio, pasó de receptor de ondas hercianas a segmento lineal en una circunferencia. Y de hueso acompañante del cúbito de Madame Curie, al elemento químico que ella había descubierto.


sábado, 1 de octubre de 2016

El mango de las sartenes






El recipiente de titanio de aquellas sartenes resultaba tremendamente robusto. Además conservaba el calor distribuyéndolo uniformemente por toda su superficie, gracias a lo cual era ideal para hacer sofritos y estofados. Bastaba agua y detergente para limpiarlas sin problema alguno y conservarlas en perfecto estado. Además de todas esas cualidades, lo mejor que tenían era el mango. Lo malo, que cuando maduraba siempre había alguien que no podía resistir la tentación de comérselo para postre y las dejaba inservibles.


lunes, 26 de septiembre de 2016

Sonrisas (12)











Sonrisas (11)                                           Página principal                                           Sonrisas (13)