Cita del día

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CITA DEL DÍA: «A los ídolos no hay que tocarlos: se queda el dorado en las manos» (Gustave Flaubert).

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domingo, 30 de octubre de 2016

La nota más inSOLente







Presumía de ser hija
del SOL y una diosa alada
y que entre las notas era
la única SOLicitada
con tres letras, pues las otras
en sus nombres dos llevaban.
Soñó un día en un concierto
en el que a sus seis hermanas
dejaba con su presencia
mucho más que SOLapadas,
porque la orquesta de turno
SOLo SOL interpretaba.
Lo que empezó siendo un sueño
en pesadilla acababa,
porque tal monotonía
a todos SOLiviantaba
y le echaban gaSOLina
y una lupa concentraba
los rayos del SOL en ella
hasta dejarla quemada.
Se despertó de la siesta
llorando desconSOLada
con la lección aprendida
y la mente renovada,
quedando de su memez
abSOLutamente nada.


 

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martes, 25 de octubre de 2016

En la Fuente de la Hispanidad






Siempre me han parecido un poco lelas las personas a las que les entra la risa porque alguien se caiga, pero reconozco que hay situaciones —sobre todo si la caída no ha sido dolorosa— que pueden llegar a resultar jocosas.

Acababan de realizarse obras (1991) en la Plaza del Pilar de mi ciudad (Zaragoza) y, aprovechando que me había acercado a hacer una visita a Pilarín, me detuve a ver las fuentes que se habían construido. La de la Hispanidad es una de las más pintorescas. Encontrábame observando distraídamente la figura del mapa de Latinoamérica que ella representa, dando pasos hacia delante y hacia atrás para coger la mejor perspectiva. Parece ser que en un momento dado los segundos excedieron a los primeros, con tan mala suerte que la fuente que habían puesto detrás estaba a ras del suelo. Efectivamente, cuando quise darme cuenta me encontraba dentro de ella con el agua a la altura de la rodilla.

Lo primero que se hace en estas situaciones es mirar si alguien se ha dado cuenta y después ver si se ríe para mandarle directamente a la mierda. Tengo que descubrirme ante la educación de los que pasaban por la cara de póker que pusieron, como si no se hubieran dado cuenta de lo ocurrido o fuera de lo más normal que un gilipollas trajeado estuviera bañándose a media mañana en una fuente de la Plaza del Pilar.

viernes, 21 de octubre de 2016

Sonrisas (14)











Sonrisas (13)                                          Página principal                                           Sonrisas (15)

lunes, 17 de octubre de 2016

El uso de la raya






Debería presentarme, porque hay muchos que no me conocen. Otros no me utilizan jamás. Bastantes me confunden con el guion (-), pero soy más larga (—) que él. De hecho hay quienes me llaman guion largo, aunque mi nombre sea raya. Soy un signo ortográfico importante, a pesar de que muchos fabricantes de teclados no me tengan en cuenta. Pero puedes escribirme correctamente pulsando ALT+0151 (la tecla ALT y antes de soltarla el número 0151).

Como dice el Diccionario panhispánico de dudas, puedes utilizarme "Para encerrar aclaraciones o incisos: Para él la fidelidad —cualidad que valoraba por encima de cualquier otra— era algo sagrado. Para esto pueden utilizarse también las comas o los paréntesis. Los incisos entre rayas suponen un aislamiento mayor con respecto al texto en el que se insertan que los que se escriben entre comas, pero menor que los que se escriben entre paréntesis".

—En la reproducción escrita de un diálogo, precedo a la intervención de cada uno de los interlocutores.
—¿No es un error que no te separes un espacio del texto? —preguntó el lector.
—Al contrario —respondió la raya—, debe ir pegado a mí. Lo mismo que en los incisos, tanto cuando los abro como cuando los cierro.
—Observo que en mi anterior intervención no has aparecido cerrando —puntualizó el lector—. ¿Por qué no lo has hecho?
—Porque, como no has seguido hablando, no se podía considerar un inciso. Observa cómo en la última sí he cerrado.

jueves, 13 de octubre de 2016

Las máquinas de escribir






La mayoría de los jóvenes de hoy en día no las han utilizado nunca. Algunos de ellos ni siquiera las conocen. Me estoy refiriendo a las máquinas de escribir. Empecé escribiendo con un dedo. Con uno en total —concretamente el índice de la mano derecha—, no con uno de cada mano como hacían otras personas. La izquierda solo la sacaba del bolsillo para pulsar la tecla de mayúsculas. No debía llegar ni a las 100 pulsaciones por minuto. En la academia de mecanografía se comprometieron a que alcanzaría las 300, escribiendo con los diez dedos. La mano izquierda iba a tenerla más fría, pero merecía la pena intentarlo. Todo es muy bonito cuando te lo cuentan, pero luego hay que enfrentarse a la cruda realidad. El problema era que se producían faltas con mucha más frecuencia. Cuando me equivocaba no tenía —como ahora— una tecla SUPR para borrar, sino que debía recurrir a una laminita de papel corrector que ponía encima de la equivocación, pulsaba la tecla de la letra del error y quedaba el trozo del folio de nuevo en blanco para escribir la correcta. Cuarenta segundos. Me quedaban solo veinte —del minuto— para seguir escribiendo. No merecía la pena. Siempre terminaba volviendo a utilizar el índice de la diestra, metiendo la siniestra en el acogedor bolsillo esperando a la siguiente mayúscula. Hasta que empecé a utilizar los teclados de los ordenadores —con SUPR— no llegué a sacarle partido a aquel cursillo de mecanografía.

domingo, 9 de octubre de 2016

Sonrisas (13)











Sonrisas (12)                                           Página principal                                          Sonrisas (14)

miércoles, 5 de octubre de 2016

Radio al fin y al cabo






Mientras hacía sonar música o ponía a la gente al día de los acontecimientos que estaban sucediendo en el mundo, se multiplicaba por 2π para recorrer el perímetro de un paseo circular. Junto con su pareja se encargó de darle solidez al antebrazo de la mujer que lo puso en evidencia, gracias a lo cual fue premiada con el Nobel. De esta forma, sin dejar de ser radio, pasó de receptor de ondas hercianas a segmento lineal en una circunferencia. Y de hueso acompañante del cúbito de Madame Curie, al elemento químico que ella había descubierto.


sábado, 1 de octubre de 2016

El mango de las sartenes






El recipiente de titanio de aquellas sartenes resultaba tremendamente robusto. Además conservaba el calor distribuyéndolo uniformemente por toda su superficie, gracias a lo cual era ideal para hacer sofritos y estofados. Bastaba agua y detergente para limpiarlas sin problema alguno y conservarlas en perfecto estado. Además de todas esas cualidades, lo mejor que tenían era el mango. Lo malo, que cuando maduraba siempre había alguien que no podía resistir la tentación de comérselo para postre y las dejaba inservibles.